
Servir no es una obligación. Es una invitación silenciosa que nace del corazón de Dios. No se trata de cumplir tareas, ni de acumular méritos. Se trata de participar en lo que el cielo ya está haciendo. Cuando servimos, no estamos simplemente ayudando: estamos encarnando el amor. Estamos diciendo con nuestras manos lo que el alma ya ha entendido. Y en ese acto, el alma se llena. Porque el servicio no agota, transforma.
Tu amigo Israel Meza, que Dios te bendiga siempre y recibe un fuerte abrazo.