
La corona de espinas. No fue hecha para honrar, sino para herir. No fue tejida con oro, sino con desprecio. No fue colocada por manos que adoraban, sino por manos que se burlaban. Y sin embargo, en ese acto cruel, se reveló el misterio más profundo del amor: el Rey eligió no defenderse. Eligió no resistirse. Eligió cargar sobre su frente el peso del pecado del mundo.
Tu amigo Israel Meza, que Dios te bendiga siempre y recibe un fuerte abrazo.