
En medio del ruido del mundo moderno, la rutina diaria y las múltiples distracciones, muchos creyentes pierden de vista lo más esencial: buscar la presencia de Dios. La Escritura nos enseña que no hay mayor necesidad para el ser humano que vivir en comunión con su Creador. Pero esta búsqueda no es accidental, es intencional, constante y profundamente transformadora.