
Este episodio revela cómo, en Sudán, Congo y la Amazonía brasileña, el nombre de Dios se usa para legitimar violencia y extracción de recursos: oro que financia la guerra (Reuters y ONU), milicias que controlan minas de cobalto (Human Rights Watch y Global Witness) y líderes religiosos que apoyan la minería ilegal (The Intercept Brasil y Mongabay). Mientras el poder se justifica con espiritualidad, los que sufren son las comunidades desplazadas y los pueblos indígenas. Frente a esa lógica, Jesús eligió la no violencia: no usó la fe para dominar. La pregunta es directa: ¿seguimos a Dios, o seguimos a quien usa a Dios para dominar?