
Todos tropezamos, fallamos y tenemos momentos de debilidad. Pero cuando Dios está con nosotros, caer no significa terminar, sino una oportunidad para levantarnos con más fuerza. El Señor no te abandona en tu caída; Él extiende su mano, te levanta y te restaura. Tu historia no termina en el suelo… comienza cuando dejas que Dios te ayude a ponerte en pie otra vez.