En un mundo lleno de oscuridad, confusiĂłn y temor, JesĂşs sigue siendo la Luz que nunca se apaga.Su luz transforma, guĂa, sana… y nos invita a reflejarla dondequiera que vayamos. Vosotros sois la luz del mundo… AsĂ alumbre vuestra luz delante de los hombres.” – Mateo 5:14-16
Muchos piensan que fueron los clavos los que mantuvieron a JesĂşs en la cruz…Pero ningĂşn hierro podrĂa sostener al Hijo de Dios. No fueron los clavos, no fue la corona, no fueron los soldados, tampoco fue la cruz. Fue Su amor por ti. Un amor tan grande que lo llevĂł a entregar Su vida para darte perdĂłn, libertad y una nueva esperanza.
Y aunque la cruz parecĂa el final, fue el comienzo de la vida eterna.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” – Romanos 5:8
Todos tropezamos, fallamos y tenemos momentos de debilidad. Pero cuando Dios está con nosotros, caer no significa terminar, sino una oportunidad para levantarnos con más fuerza. El Señor no te abandona en tu caĂda; Él extiende su mano, te levanta y te restaura. Tu historia no termina en el suelo… comienza cuando dejas que Dios te ayude a ponerte en pie otra vez.
No podemos ganar la salvaciĂłn ni merecer el favor de Dios por nuestras propias fuerzas.La gracia es un regalo inmerecido, un acto de amor divino que nos alcanza aun cuando no lo merecemos.Necesitamos la gracia de Dios cada dĂa —para ser perdonados, transformados y fortalecidos.
Sin ella, no hay esperanza; con ella, hay vida nueva.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquĂ, todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17)
Antes de la cruz, estábamos separados de Dios… pero despuĂ©s de la cruz, tenemos vida, perdĂłn y esperanza.La obra de JesĂşs cambiĂł nuestra historia: lo que antes era oscuridad, ahora es luz; donde habĂa culpa, ahora hay gracia.La cruz no solo marcĂł un antes y un despuĂ©s en la historia, sino tambiĂ©n en cada corazĂłn que ha sido transformado por el amor de Cristo.
En 2 CrĂłnicas 29:1-10 vemos cĂłmo el rey EzequĂas, al comenzar su reinado, decidiĂł restaurar la casa del Señor y volver el corazĂłn del pueblo a Dios.De la misma manera, en nuestra vida espiritual tambiĂ©n somos llamados a limpiar, ordenar y consagrar nuestro corazĂłn para que Dios habite en Ă©l.AsĂ como EzequĂas abriĂł de nuevo las puertas del templo, hoy es tiempo de abrir las puertas de nuestra vida a la presencia de Dios y permitir que Él restaure lo que ha estado apagado.
La Biblia nos enseña que existen dos tipos de personas: la natural, que vive segĂşn la lĂłgica y los deseos humanos, y la espiritual, que es guiada por el EspĂritu de Dios. (1 Corintios 2:6-16)El hombre natural no puede comprender las cosas del EspĂritu, pero aquel que ha recibido a Cristo puede discernir, entender y vivir conforme a la sabidurĂa de Dios.La pregunta es: Âż quĂ© tipo de persona estás siendo hoy?
¿Cuál es el precio de nuestra salvación?
No fueron riquezas, ni tesoros, ni esfuerzos humanos. El precio fue la sangre preciosa de Jesucristo derramada en la cruz.Él pagĂł lo que nosotros jamás podrĂamos pagar, entregando su vida por amor.Hoy podemos vivir en libertad porque JesĂşs decidiĂł tomar nuestro lugar.
La mies es mucha, pero los obreros son pocos." (Mateo 9:37)
El mundo clama por esperanza, y la urgencia de anunciar el Evangelio es más grande que nunca.JesĂşs nos llama a levantarnos como obreros en Su obra, llevando Su luz y Su amor a quienes todavĂa no le conocen.La cosecha está lista… Âżestás dispuesto a responder al llamado?
Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recibirá." (Salmos 27:10)
El amor de Dios es incondicional y eterno. Aun cuando las personas fallen, Su presencia permanece firme.
Él nunca abandona, nunca olvida, y siempre abre sus brazos para recibirnos con ternura y fidelidad.
En medio de la soledad o el rechazo, recuerda: ¡Dios siempre está contigo!