
El nombre de Jesús revela la esencia misma de la obra redentora de Dios: Él es el Salvador prometido, el Dios encarnado que vino a cumplir el decreto eterno de rescatar a su pueblo. Isaías anticipó no solo su nacimiento milagroso, sino también su carácter divino mostrando su suficiencia absoluta, el Salvador prometido, Emanuel, es Dios mismo que vino a habitar entre nosotros. La salvación no depende del esfuerzo humano, sino de la iniciativa soberana de Dios manifestada en Cristo.