
El nombre de Jehová es santo y glorioso en sí mismo, y aunque fue profanado por la rebeldía de Su pueblo, Dios decidió exaltarlo no por mérito humano, sino por amor a Su propia gloria. Dios actúa para la exaltación de Su nombre, mostrando que la salvación no depende de la voluntad ni del esfuerzo del hombre, sino únicamente de Su gracia manifestada en Jesucristo, el Hijo enviado para redimir a los escogidos.