
El acento cockney de Michael Caine le hacía sentir como un inglés de segunda, por eso siempre lo reivindicó. David Bailey fotografió una nueva generación que demostró que la middle class también tenía talento. Cecil Beaton fue el último dandy que vivió en este mundo. Stanley Kubrick se obsesionó con las mansiones inglesas. Y para The Kinks, el atardecer en Waterloo, era el paraíso.