Podemos cancelar a Woody Allen pero nunca a sus películas. El inicio de “Manhattan” y el final de “Annie Hall” son capaces de poner los pelos de punta a cualquiera. Hay que reivindicar “Scoop” al mismo nivel que “Match Point” y ver de nuevo “Granujas de medio pelo” para alegrarse un mal día.
Santa Teresa de Jesús se agarraba a la verja del convento para no levitar. A Bikram Choudhury hay que cancelarlo y quedarnos con el yoga a altas temperaturas. Los Hare Krishna llevan coleta para sacarlos de la mundanidad. Y a Maharishi Mahesh Yogi le interesaba la meditación trascendental tanto como el dinero.
Milán es más que el Duomo y las galerías Vittorio Emanuele II. Miuccia Prada quería ser cualquier cosa menos diseñadora de moda. Dan Flavin murió antes de ver su instalación en la iglesia de Santa Maria Annunciata in Chiesa Rossa. Ettore Sottsass creó un diseño icónico a partir de dos obsesiones: el pop art americano y las fachadas de colores de la India.
¿El amor de verdad duele? Cio-Cio San se clavó un cuchillo en el estómago cuando Pinkerton la abandonó. Montserrat Caballé encontró el amor de su vida cuando Bernabé Martí le dio un beso en el escenario. Y Leonard Cohen le dedicó canciones preciosas de amor a Marianne Ihlen, pero nunca supo cómo quedarse a su lado.
Tom Wolfe decía que los trajes de los mods simbolizaban su independencia. Para John Berger, el traje era un ejemplo de hegemonía de clase. Laurie Cunningham era un futbolista inglés pero, sobre todo, era un soulboy. Georgia O’Keeffe vestía con trajes en Nueva York y Frida Kahlo se travestía en su juventud para enfrentarse al patriarcado. Para Gilbert and George, arte y vida es lo mismo y hay que vivirla en traje.
Sex and the City fue de las primeras series protagonizadas por mujeres. La serie estaba llena de cosmopolitans, brunches y Manolos, pero también de reflexiones sobre las expectativas vitales, la amistad y el amor. Marina Abramović no hizo un cameo en ella, pero sí que lo hizo una de sus performances. Antes de aparecer en la última temporada, Mikhail Baryshnikov era el mejor bailarín del mundo, pero para los fans de la serie siempre será Aleksandr Petrovsky.
El Dakota es el edificio más terrorífico de Nueva York. Central Park se construyó sobre un poblado de esclavos liberados. La semilla del diablo de Roman Polanski es una película maldita. Charles Manson se imaginó una profecía en Helter Skelter de The Beatles. David Sheff entrevistó a John Lennon unos días antes de su asesinato. Yoko Ono era una artista consagrada antes de casarse con él.
Walter Benjamin solo pasó unas horas en Portbou antes de suicidarse. Si Truman Capote no hubiera pasado tres veranos en Palamós, Marilyn Monroe quizá estaría viva. Gala y Salvador Dalí se fueron a vivir a una barraca de pescadores de Portlligat en 1930 y, tras ellos, Marcel Duchamp, Richard Hamilton y Man Ray. Los arquitectos que llegaron en los años cincuenta transformaron Cadaqués, que ya nunca más le volvió a dar la espalda al mar.
El acento cockney de Michael Caine le hacía sentir como un inglés de segunda, por eso siempre lo reivindicó. David Bailey fotografió una nueva generación que demostró que la middle class también tenía talento. Cecil Beaton fue el último dandy que vivió en este mundo. Stanley Kubrick se obsesionó con las mansiones inglesas. Y para The Kinks, el atardecer en Waterloo, era el paraíso.
Leopoldo Pomés y Alfonso Milá soñaron con abrir una tortillería un fin de año en Londres. Correa-Milá imaginaron un bosque de castaños para ambientar Il Giardinetto. El Pijoaparte robó una moto para bajar del Carmelo a San Gervasio y acabar conociendo a Teresa. El Vaquilla narró su vida desde su celda del Penal de Ocaña. Jack Nicholson se enamoró de Maria Schneider en la azotea de la Pedrera y Barba Corsini diseñó 13 apartamentos en su desván. La calle Tuset se convirtió en el Carnaby street catalán y, Teresa Gimpera, en nuestra Twiggy.
Reyner Banham se enamoró de la fealdad intolerable de Los Ángeles. David Hockney conducía sus calles con su descapotable mientras escuchaba a Ludwig van Beethoven. Pintar cincuenta dachshunds fue su mejor manera de homenajear a Henry Geldzahler. Joan Didion escribió desde todo el mundo pero siempre echó de menos pasar más tiempo en California.
Isabel de Farnesio mandó construir un palacio rosa cuando su hijastro la echó de la corte. Nicolae y Elena Ceaușescu tenían unos delirios de grandeza más grandes que el Palacio del Pueblo de Bucarest. La utopía urbana de Le Corbusier pudo materializarse, después de toda una vida, con el diseño de la ciudad de Chandigarh. Mientras, su amiga Minnette de Silva, la primera mujer en licenciarse en arquitectura en Sri Lanka, le enviaba postales de Vishnu para felicitarle la Navidad.
El tenis es una experiencia religiosa, predicaba David Foster Wallace. Andre Agassi dice que lo odia, pero no es verdad. Georges Braque reinterpretó las termas romanas en un estanque diseñado por Josep Lluís Sert. Henri Matisse se hizo una piscina con recortes de papel en Niza. Tilda Swinton y Luca Guadagnino callan más de lo que dicen. Pero sin duda: la Villa Necchi Campiglio es el mejor lugar del mundo para pasar el verano, o toda una vida.
Maria Callas murió dos veces. Marina Abramović tiene el corazón roto. Paul y Linda McCartney no durmieron separados ni una sola noche en 30 años. Nan Goldin es adicta al Oxycontin y a las relaciones tóxicas.
La Inteligencia Artificial salvará a los filósofos. Richard Strauss y Stefan Zweig se cartean en la Alemania nazi. Lydia Tár viste The Row y Raimunda, Marc Jacobs.