
Jesús elevó la ley a un nivel imposible para la carne,
pero posible para un corazón transformado por YHWH.
Dijo:
“Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen,
hagan bien a los que los aborrecen y oren por los que los persiguen.”
(Mateo 5:44)
No es debilidad, es poder espiritual.
No es aceptar injusticias, es romper cadenas.
Amar al que hiere no significa permitir abusos,
significa no dejar que el odio gobierne tu alma.
El verdadero hijo del Reino se parece a su Padre:
YHWH hace salir el sol sobre buenos y malos.
Da lluvia al justo y al injusto.
Su bondad no depende del comportamiento de otros,
sino de Su naturaleza eterna.
Perdonar no borra lo que pasó,
pero te libera para lo que viene.
Amar a los enemigos es la victoria más alta del Espíritu.