La curación de un leproso revela el poder y la compasión de Jesús frente al rechazo y la exclusión. En este mensaje meditamos en cómo Él no solo sana el cuerpo, sino que restaura la dignidad, rompe barreras y responde a una fe humilde que se acerca diciendo: “Si quieres, puedes limpiarme”. Un encuentro que nos recuerda que ninguna condición es demasiado impura ni ninguna vida demasiado lejos para el toque sanador de Jesús.
La casa edificada sobre la roca es una enseñanza de Jesús que revela la diferencia entre oír Sus palabras y ponerlas en práctica. En este mensaje reflexionamos sobre la importancia de construir la vida sobre un fundamento firme: la obediencia, la fe y la verdad. Las tormentas llegan para todos, pero solo permanece en pie quien ha edificado sobre la roca y no sobre la arena. Un llamado a vivir una fe sólida, constante y probada.
“El árbol se conoce por los frutos” es una enseñanza directa de Jesús que nos invita a mirar más allá de las palabras y a evaluar la vida por los resultados. En este mensaje reflexionamos sobre cómo las acciones, decisiones y actitudes revelan lo que realmente hay en el corazón. La fe auténtica siempre produce fruto visible, y ese fruto habla más fuerte que cualquier discurso. Un llamado a vivir con coherencia, verdad y transformación real.
En este capítulo del Evangelio de Mateo, Jesús revela quiénes son verdaderamente los hijos del Reino: no aquellos que solo heredan una tradición religiosa, sino quienes responden con fe, obediencia y un corazón transformado.
El Reino de los cielos no se recibe por linaje, conocimiento o apariencia, sino por una relación viva con Dios y una vida que refleja Su justicia.
Jesús confronta la falsa seguridad espiritual y nos recuerda que muchos que se creían dentro podrían quedarse fuera, mientras otros —considerados lejanos— entran por su fe genuina.
Este mensaje nos llama a examinar nuestro corazón, a vivir como ciudadanos del Reino y a caminar conforme a la voluntad del Padre.
Un llamado directo a dejar la religión vacía y abrazar la fe que produce fruto eterno.
Poner la confianza en Dios y no en el dinero es una decisión espiritual.
Jesús nos enseñó que el verdadero sustento no viene de lo material, sino del Padre que conoce nuestras necesidades antes de que las pidamos.
En este capítulo reflexionamos sobre cómo el Padre Nuestro nos llama a depender de Dios día a día, a soltar el miedo al mañana y a recordar que la provisión viene del cielo, no de las riquezas.
Cuando confiamos en Dios, el dinero deja de ser un amo y vuelve a ser solo una herramienta.
El Padre Nuestro no es solo una oración memorizada, es una enseñanza viva de Jesús.
En estas palabras, el Maestro nos revela cómo acercarnos al Padre, cómo ordenar el corazón y cómo vivir confiando plenamente en la voluntad de Dios.
Cada frase es un llamado a la fe, al perdón, a la dependencia diaria y a la victoria sobre el mal.
Hoy volvemos a esta oración no por costumbre, sino para entenderla, sentirla y vivirla.
En este capítulo reflexionamos sobre una verdad que confronta el corazón:
no toda buena obra nace de una intención pura. Jesús nos enseña que el bien verdadero no busca aplausos, reconocimiento ni aprobación humana, sino que fluye desde una relación íntima con Dios.
Aquí hablamos del peligro de hacer lo correcto por vanagloria, por costumbre o por apariencia espiritual, y del llamado de Jesús a vivir una justicia silenciosa, sincera y obediente, hecha solo para agradar a Dios.
Porque cuando el bien se hace en secreto, Dios que ve lo oculto es quien recompensa. Este episodio es una invitación a examinar nuestras motivaciones y a volver al centro: hacer el bien no para ser vistos, sino para honrar a Dios.
Jesús elevó la ley a un nivel imposible para la carne,
pero posible para un corazón transformado por YHWH.
Dijo:
“Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen,
hagan bien a los que los aborrecen y oren por los que los persiguen.”
(Mateo 5:44)
No es debilidad, es poder espiritual.
No es aceptar injusticias, es romper cadenas.
Amar al que hiere no significa permitir abusos,
significa no dejar que el odio gobierne tu alma.
El verdadero hijo del Reino se parece a su Padre:
YHWH hace salir el sol sobre buenos y malos.
Da lluvia al justo y al injusto.
Su bondad no depende del comportamiento de otros,
sino de Su naturaleza eterna.
Perdonar no borra lo que pasó,
pero te libera para lo que viene.
Amar a los enemigos es la victoria más alta del Espíritu.
Jesús enseñó algo radical:
“No juren en absoluto… Sea vuestro sí, sí; y vuestro no, no.”
(Mateo 5:34–37)
¿Por qué?
Porque cuando alguien necesita jurar para parecer verdadero,
es señal de que su palabra sola no tiene peso.
El Reino funciona diferente:
La verdad no necesita adornos, ni promesas, ni fórmulas.
Los hijos de YHWH hablan con integridad.
Lo que decimos debe ser tan firme
que no haga falta un juramento para respaldarlo.
No jurar es vivir con transparencia,
hablar derecho, cumplir lo que decimos
y dejar que nuestra vida sea la evidencia.
Una boca limpia.
Un corazón sincero.
Una palabra confiable.
Eso es lo que exige el Reino.
La ley antigua nos mostraba el camino, pero no podía cambiarnos por dentro.
Por eso vino Jesús, a cumplirla y a elevarla.
Él no quitó la ley… la hizo más perfecta, llevándola del acto al corazón.
Ya no solo se trata de lo que hacemos, sino de quiénes somos delante de YHWH.
La ley escrita en piedra enseñaba justicia.
Pero la ley escrita por el Espíritu en nuestro interior nos enseña amor, verdad y transformación.
Jesús no nos llamó a cumplir por obligación, sino a obedecer por revelación.
La ley más perfecta es esta:
Amar a YHWH con todo el corazón y amar al prójimo como a uno mismo.
Ahí se resume todo el Reino.
Ustedes son la sal del mundo. Los discípulos de Jesús son la sal de la tierra, porque ellos hacen entrar el mundo en la alianza de Dios. El mundo en sí mismo no sabe para que lo llama Dios y los que se presentan como luces no lo serán jamás si no se hacen discípulos.
Las Bienaventuranzas son el corazón del mensaje de Jesús en el Sermón del Monte. Allí, Jesús revela quiénes son verdaderamente bendecidos en el Reino de YHWH: los humildes, los que lloran, los mansos, los que buscan justicia, los misericordiosos, los de corazón limpio, los que hacen la paz y los que sufren por hacer lo correcto.
No son promesas vacías, sino la manera divina de ver la vida: donde el mundo ve debilidad, Jesús ve propósito; donde el mundo ve pérdida, Jesús ve herencia. Son un mapa espiritual que nos muestra cómo vivir cerca del corazón de Dios.
En el desierto, lejos de la multitud y del ruido, Jesús nos muestra una verdad poderosa: la identidad que Dios te dio es más fuerte que cualquier ataque del enemigo.
Después de ayunar cuarenta días, cuando estaba físicamente débil, Satanás vino a tentar… pero Jesús respondió con la Palabra. No con emociones, no con miedo, con la Palabra viva de YHWH.
Este episodio nos enseña que la tentación siempre busca tres cosas:
1️⃣ Hacerte dudar de quién eres.
2️⃣ Hacerte tomar atajos fuera de la voluntad de Dios.
3️⃣ Alejarte del propósito que el Padre habló sobre tu vida.
Y Jesús nos muestra el camino: resiste con Escritura, afirma tu identidad y mantente firme en tu propósito.
Si Jesús venció en el desierto, tú también puedes vencer en el tuyo.
Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba cómo Paloma y se posaba sobre el. Al mismo tiempo oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo, el Amado; este es mi Elegido.
Ya tiene la pala en sus manos para separar al trigo de la paja. Guardará el trigo en sus bodegas, mientras que la paja la quemará en el fuego que no se apaga.
Lo llamarán Nazoreo
En este episodio de La Voz de la Biblia, entramos en una de las escenas más silenciosas y, a la vez, más poderosas de la infancia del Mesías: la huida a Egipto.
Mientras la noche cubre a Belén, un ángel del Eterno se aparece a José con un mensaje urgente: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto.”
Sin cuestionar, sin retrasos, José obedece. Y en esa obediencia, la vida del Salvador queda protegida.
La historia nos muestra cómo YHWH guía incluso en los momentos más peligrosos. En la oscuridad, Él da dirección. En la amenaza, Él abre camino.
Egipto —un lugar que antes había sido símbolo de esclavitud— se convierte ahora en refugio, demostrando que el Eterno puede transformar cualquier territorio en protección cuando sus planes están en marcha.
Acompáñame a descubrir cómo esta huida no fue un accidente, sino parte de una profecía antigua que anunciaba: “De Egipto llamé a mi Hijo.”
Un recordatorio vivo de que la mano de YHWH nunca suelta, nunca llega tarde y siempre preserva lo que Él ha declarado.
Mateo nos presenta a unos sabios que viajaron desde lejos, guiados solo por una estrella y por una convicción: el Rey ya había nacido. Ellos no eran judíos, no conocían la Ley, pero reconocieron la señal. Mientras muchos cerca de Jesús no vieron nada, estos hombres de lejos sí discernieron la luz. Llegaron con humildad, adoraron al Niño y ofrecieron regalos proféticos: oro para el Rey, incienso para Dios, mirra para el que entregaría Su vida. Su historia nos recuerda que quien busca la verdad con sinceridad, siempre encuentra a YHWH.
El nacimiento de Jesús no fue un accidente ni una casualidad: fue una obra directa del Espíritu Santo. Mateo nos muestra que María, una joven pura y apartada, concibió sin intervención humana, cumpliendo la profecía de que una virgen daría a luz al Emmanuel: Dios con nosotros. El mensaje es claro: cuando YHWH interviene, lo imposible se vuelve real. El Mesías llegó al mundo con una marca divina desde el principio, para mostrarnos que la salvación no viene del esfuerzo humano, sino del poder y la gracia del Eterno.
El evangelio de Mateo abre con una lista que muchos pasan por alto, pero que revela algo poderoso: la historia de Jesús no comenzó en un pesebre, sino en una promesa. La genealogía conecta a Jesús con Abraham y con el rey David, mostrando que Él es el cumplimiento del pacto, la esperanza esperada y la línea real que YHWH preservó a través de generaciones. Cada nombre es un recordatorio de que Dios mueve la historia, incluso a través de personas imperfectas, para cumplir Su propósito perfecto. En este inicio, Mateo nos dice: el Mesías ha llegado, y Su historia está unida a la nuestra.