
El nacimiento de Jesús no fue un accidente ni una casualidad: fue una obra directa del Espíritu Santo. Mateo nos muestra que María, una joven pura y apartada, concibió sin intervención humana, cumpliendo la profecía de que una virgen daría a luz al Emmanuel: Dios con nosotros. El mensaje es claro: cuando YHWH interviene, lo imposible se vuelve real. El Mesías llegó al mundo con una marca divina desde el principio, para mostrarnos que la salvación no viene del esfuerzo humano, sino del poder y la gracia del Eterno.