
En este capítulo del Evangelio de Mateo, Jesús revela quiénes son verdaderamente los hijos del Reino: no aquellos que solo heredan una tradición religiosa, sino quienes responden con fe, obediencia y un corazón transformado.
El Reino de los cielos no se recibe por linaje, conocimiento o apariencia, sino por una relación viva con Dios y una vida que refleja Su justicia.
Jesús confronta la falsa seguridad espiritual y nos recuerda que muchos que se creían dentro podrían quedarse fuera, mientras otros —considerados lejanos— entran por su fe genuina.
Este mensaje nos llama a examinar nuestro corazón, a vivir como ciudadanos del Reino y a caminar conforme a la voluntad del Padre.
Un llamado directo a dejar la religión vacía y abrazar la fe que produce fruto eterno.