
La ley antigua nos mostraba el camino, pero no podía cambiarnos por dentro.
Por eso vino Jesús, a cumplirla y a elevarla.
Él no quitó la ley… la hizo más perfecta, llevándola del acto al corazón.
Ya no solo se trata de lo que hacemos, sino de quiénes somos delante de YHWH.
La ley escrita en piedra enseñaba justicia.
Pero la ley escrita por el Espíritu en nuestro interior nos enseña amor, verdad y transformación.
Jesús no nos llamó a cumplir por obligación, sino a obedecer por revelación.
La ley más perfecta es esta:
Amar a YHWH con todo el corazón y amar al prójimo como a uno mismo.
Ahí se resume todo el Reino.