
Poner la confianza en Dios y no en el dinero es una decisión espiritual.
Jesús nos enseñó que el verdadero sustento no viene de lo material, sino del Padre que conoce nuestras necesidades antes de que las pidamos.
En este capítulo reflexionamos sobre cómo el Padre Nuestro nos llama a depender de Dios día a día, a soltar el miedo al mañana y a recordar que la provisión viene del cielo, no de las riquezas.
Cuando confiamos en Dios, el dinero deja de ser un amo y vuelve a ser solo una herramienta.