
En la primera parte nos referimos al envenenamiento de un caballo y de otros animales por la quebrada el toro, a la larga historia de ambiciones que provocan avalanchas por la búsqueda de riquezas, y a la sensación de cataclismo que se vive en uno de esos faldones de la cordillera central. En esta segunda parte, hablaremos de las formas que tiene el mundo en el toro. Por dentro del toro hay un enorme hormiguero laberíntico que jarta agua y se traga a los hombres y mujeres que allí trabajan. Entre tanto, la superficie se desocupa de gente, de cafetales y de plataneras, de ganado, de peces y de pájaros. Quedan arrierales enormes, otros pequeños mundos de tierra roja que se alzan del suelo, y un rastrojero verde y devorador. Ambos amenazan con anular los esfuerzos de los pocos trabajadores que quedan.
El toro no es solamente una quebrada. Es también el alto que domina la región y cuya larguísima altura llega hasta los 1900 metros sobre el nivel mar desde los 450 metros en su base en donde corre raudo el río Lagunilla. Del lado que mira al Líbano lo llaman Monte Tauro y del lado que mira al valle del Magdalena lo llaman Alto del toro. Entonces podemos decir sin caer en contradicción que el toro es un cerro con dos nombres y una quebrada que mana del cerro. Toda esa mole gigantesca que pocas veces se rinde a la mirada en su totalidad es el toro. Y en una de sus vertientes ocurre una explotación de oro y el oro es una veta en las entrañas del toro.
Producción editorial y trabajo de campo: Luis Alberto Suárez Guava y Laura Guzmán Peñuela.
Narración: Luis Alberto Suárez Guava.
Producción: Carlos Andrés Alvarán.
Dirección general: Laura Guzmán Peñuela y Luis Alberto Suárez Guava (Profesor asistente de la Universidad de Caldas)
Programa realizado en el marco del programa Estímulos ICANH 2023