
No basta un encuentro bendecido con Dios en algún momento de nuestras vidas. No bastan siquiera años o décadas sirviendo al Señor. Incluso un ministerio muy fructífero por un buen período de nuestras vidas es suficiente. Necesitamos llegar bien hasta el fin. Necesitamos acabar con éxito nuestras carreras. Debemos ser permanentes.