Dios está en control de nuestro futuro, y que debemos vivir confiando en Él día a día.
No siempre veremos todo el futuro, pero si confiamos en Él, cada paso estará iluminado.
En Cristo encontramos gozo, fortaleza y esperanza aun en medio de la dificultad.
Nuestra verdadera fuerza no proviene de las circunstancias ni de lo que sentimos, sino del gozo que viene de la presencia de Dios.”
En Cristo tenemos paz verdadera, aun cuando el mundo a nuestro alrededor está lleno de incertidumbre.
La paz de Cristo no depende de las circunstancias, sino de Su presencia en nuestra vida.”
Aunque somos frágiles, en Cristo encontramos nuevas fuerzas y esperanza para seguir adelante, aun en medio de las pruebas y debilidades de la vida.
Nuestra fortaleza no proviene de nosotros mismos, sino de esperar y confiar en el Señor.
No fuimos diseñados para llevar solos nuestras cargas. Jesús mismo nos invita a acercarnos a Él para hallar verdadero descanso.”
A veces insistimos en llevar la vida con nuestras fuerzas, cuando Jesús nos dice: ‘Venid a mí… y yo os haré descansar.’
La Palabra de Dios nos enseña que no debemos cargar solos con esas ansiedades, sino presentarlas en oración delante del Señor.
Él quiere que entreguemos nuestras cargas en oración para que no caminemos agobiados.
Una de las promesas más reconfortantes en toda la Escritura: la seguridad de que Dios está con nosotros.
La verdadera fortaleza no proviene de lo que tenemos o de lo que podemos hacer, sino de la presencia fiel de nuestro Dios.
No estamos solos, Dios mismo promete acompañarnos en cada paso que damos.
La valentía no significa no sentir miedo, sino seguir adelante confiando en que Dios va delante de nosotros.
El objetivo supremo de Pablo: que Cristo fuera glorificado en todo momento, en la vida y en la muerte.
Nuestro propósito es glorificarle en todo.
La fe no depende de lo que vemos con nuestros ojos, sino de lo que creemos en nuestro corazón confiando en Dios.”
La fe no niega la realidad de las dificultades, pero nos recuerda que hay una realidad más grande: la fidelidad de Dios. Y esa confianza cambia nuestra perspectiva. Donde otros ven imposibles, el creyente ve oportunidades para experimentar el poder y la gracia de Dios.