
Por primera vez, una educadora de párvulos obtiene el Global Teacher Prize Chile y deja expuesto un problema que el país ha preferido ignorar: la educación inicial ha sido tratada como un trámite, no como una prioridad. Desde el Frutillar que no sale en las postales, Yohana Hernández irrumpe con un mensaje que incomoda a autoridades, gremios y una sociedad atrapada en lógicas estandarizadas. Su apuesta por el bienestar socioemocional —como “El árbol del buen trato”— demuestra que innovar no es lujo, es urgencia. Su triunfo no solo celebra a una docente: nos exige repensar políticas, presupuestos y, sobre todo, cómo miramos la educación parvularia. Chile ya no puede seguir fingiendo que no lo ve.