
El hallazgo sin vida de Luis Felipe Correa, joven universitario desaparecido en Viña del Mar, volvió a evidenciar la inoperancia del Estado frente a las desapariciones. Durante casi dos meses, su familia buscó sola mientras las instituciones se perdían en trámites, demoras y silencios. No existen protocolos eficaces ni coordinación real entre policías, fiscalías y familiares. Cada caso depende más del empuje desesperado de los cercanos que de la acción estatal. Detrás de cada nombre hay una falla sistémica, una deuda humana y un país que aún no entiende que, en Chile, no se pierden personas: se pierden búsquedas.