Hay momentos en la vida donde te das cuenta de algo duro, pero necesario:
Nadie va a tomar las decisiones que tú tienes que tomar por ti.
Hay momentos en los que, sin darnos cuenta, dejamos de brillar.
Seguimos funcionando… pero no viviendo.
Nos levantamos… pero sin pasión.
Hacemos lo que toca… pero sin propósito.
A veces queremos quedarnos cómodos. Queremos permanecer donde todo es conocido, manejable y seguro.
Pero el Espíritu Santo no vino a dejarnos igual. Vino a transformarnos.
Todos, en algún momento, hemos sabido lo que tenemos que hacer… pero buscamos razones para no hacerlo.
Y no porque no podamos, sino porque nos acostumbramos a la comodidad que trae una excusa.
Hay una realidad que todos, en algún momento, necesitamos enfrentar con honestidad:
saber qué hacer… y aún así no querer hacerlo.
Hay cosas en la vida que tienen precio… pero también hay otras que son invaluables.
Y tristemente, muchas veces no las apreciamos hasta que están en riesgo.
A veces nos quejamos de todo… del día, del entorno, de la gente, de lo que no salió como queríamos.
Hay temporadas donde te sientes como un espantapájaros.
Estás ahí… firme, en el campo, día tras día,
cumpliendo tu función, aguantando el sol, la lluvia y el viento.
Hubo un tiempo en que tu mente era un campo de batalla.
Donde cada día te sentías en guerra contigo mismo.
El deseo es una energía creada por Dios.
Es lo que te impulsa a amar, a crear, a conectar.
Pero cuando el corazón está herido,
ese deseo busca consuelo en lugares equivocados.
Hay un momento después de la caída donde el alma pesa.
No solo por lo que hiciste, sino por lo que ahora sientes que eres.
Te miras al espejo, y ves decepción.
Intentas orar, pero no salen palabras.
La verdadera batalla no empieza con el cuerpo…
Empieza con el pensamiento.
Batallas con la mente, con los deseos, con los recuerdos, con el cuerpo...
En la vida hay quienes hacen mucho ruido, y hay quienes hacen mucho futo. El sembrador silencioso no necesita ser visto... ¿Sabes por qué?
Todos pasamos por procesos donde Dios nos mueve de lugar, de etapa, de asignación o incluso de mentalidad...
Cuando llega tu turno no se trata de demostrar sino de recordar...
El silencio no siempre significa que Dios se fue....
Toda semilla necesita oscuridad antes de brotar...
Hay temporadas donde todo parece florecer para otros... ¿y yo qué paso?
Hoy quiero hablarte de un lugar en el que todos hemos estado alguna vez.
Un lugar donde el tiempo parece detenerse…
donde miras el reloj… suspiras… y te preguntas:
“¿Cuándo me tocará a mí?”