Tu ciudad no es un accidente geográfico; es el campo donde el Señor Jesús te envió a amar. Así que, camina hoy por tu barrio y ora en voz baja: bendice escuelas, negocios, hospitales e instituciones públicas. Pide justicia para los vulnerables, trabajo digno para los desempleados y paz para las familias.
De modo que tu oración se convierta también en acción de voluntariado, tutorías, mentorías o ayuda práctica. También, evita criticar desde lejos y elige servir desde cerca. Así es, cuando tu corazón se involucra, tu intercesión cobra poder. Además, reúne a dos o tres creyentes y comprométanse a orar cada semana por su vecindario por nombre y dirección. Ora para que el evangelio corra sin estorbo y muchos hallen vida en Cristo. De manera que tu casa sea faro y tu vida un puente de esperanza. La Biblia dice en Jeremías 29:7: “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz”. (RV1960).
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Tu ciudad no es un accidente geográfico; es el campo donde el Señor Jesús te envió a amar. Así que, camina hoy por tu barrio y ora en voz baja: bendice escuelas, negocios, hospitales e instituciones públicas. Pide justicia para los vulnerables, trabajo digno para los desempleados y paz para las familias.
De modo que tu oración se convierta también en acción de voluntariado, tutorías, mentorías o ayuda práctica. También, evita criticar desde lejos y elige servir desde cerca. Así es, cuando tu corazón se involucra, tu intercesión cobra poder. Además, reúne a dos o tres creyentes y comprométanse a orar cada semana por su vecindario por nombre y dirección. Ora para que el evangelio corra sin estorbo y muchos hallen vida en Cristo. De manera que tu casa sea faro y tu vida un puente de esperanza. La Biblia dice en Jeremías 29:7: “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz”. (RV1960).
La oración constante no exige largas horas para cada petición, requiere un corazón disponible en todo momento. Así pues, ancla tu día con pequeñas oraciones que abran espacio al Señor en tus decisiones. Por ejemplo, antes de una reunión di: “Señor, dame sabiduría”. Antes de contestar un mensaje di: “Señor, guarda mi lengua”. Al conducir di: “Señor, cuida mi camino y mis pensamientos”. Además, establece tres pausas de un minuto para agradecer, pedir dirección y recordar un nombre por quien orarás.
Por lo tanto, convierte tu respiración en liturgia sencilla: al inhalar confiesa tu necesidad, al exhalar descansa en Su cuidado. Si te distraes, vuelve con mansedumbre; la gracia te sostiene en el regreso. Lleva una lista breve de personas y situaciones y actualízala cada semana para orar con precisión, no con generalidades. De esta manera, tu jornada se vuelve santuario móvil que cultiva la atención a Dios y al prójimo. La constancia humilde abre puertas que la autosuficiencia cierra. En conclusión, la oración breve no es poca oración, es obediencia frecuente que entreteje la presencia de Dios en lo cotidiano. La Biblia dice en Filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. (RV1960).
Un Minuto Con Dios
Tu ciudad no es un accidente geográfico; es el campo donde el Señor Jesús te envió a amar. Así que, camina hoy por tu barrio y ora en voz baja: bendice escuelas, negocios, hospitales e instituciones públicas. Pide justicia para los vulnerables, trabajo digno para los desempleados y paz para las familias.
De modo que tu oración se convierta también en acción de voluntariado, tutorías, mentorías o ayuda práctica. También, evita criticar desde lejos y elige servir desde cerca. Así es, cuando tu corazón se involucra, tu intercesión cobra poder. Además, reúne a dos o tres creyentes y comprométanse a orar cada semana por su vecindario por nombre y dirección. Ora para que el evangelio corra sin estorbo y muchos hallen vida en Cristo. De manera que tu casa sea faro y tu vida un puente de esperanza. La Biblia dice en Jeremías 29:7: “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz”. (RV1960).