
4 Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. 5 Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. 6 Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. 7 Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. 8 Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre un asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. 9 Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre un asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
Números 21:4-9
Seguramente habrás escuchado o leído la frase “Somos lo que comemos”, una expresión cuyo mensaje indica que aquello que consumimos determinará en gran medida nuestro estado físico o nuestro estado de salud.
No obstante, la acción de consumir no es realizada únicamente mediante la vía oral, sino que también consumimos todo aquello que vemos y oímos. Nuestros ojos y oídos también son vías importantes que moldean lo que somos.
En nuestra lectura de hoy vemos una historia interesante donde la vida misma de los israelitas dependía de dónde ponían su mirada.