
14 Envió Moisés embajadores al rey de Edom desde Cades, diciendo: Así dice Israel tu hermano: Tú has sabido todo el trabajo que nos ha venido; 15 cómo nuestros padres descendieron a Egipto, y estuvimos en Egipto largo tiempo, y los egipcios nos maltrataron, y a nuestros padres; 16 y clamamos a Jehová, el cual oyó nuestra voz, y envió un ángel, y nos sacó de Egipto; y he aquí estamos en Cades, ciudad cercana a tus fronteras. 17 Te rogamos que pasemos por tu tierra. No pasaremos por labranza, ni por viña, ni beberemos agua de pozos; por el camino real iremos, sin apartarnos a diestra ni a siniestra, hasta que hayamos pasado tu territorio. 18 Edom le respondió: No pasarás por mi país; de otra manera, saldré contra ti armado. 19 Y los hijos de Israel dijeron: Por el camino principal iremos; y si bebiéremos tus aguas yo y mis ganados, daré el precio de ellas; déjame solamente pasar a pie, nada más. 20 Pero él respondió: No pasarás. Y salió Edom contra él con mucho pueblo, y mano fuerte. 21 No quiso, pues, Edom dejar pasar a Israel por su territorio, y se desvió Israel de él.
Números 20:14-21
Una de las bendiciones más hermosas de Dios a la vida del ser humano es la familia. Cuando nacemos estamos inmediatamente ligados mediante hilos biológicos a una red familiar que nos sirve de apoyo para crecer y desarrollarnos adecuadamente. No obstante, ese espacio seguro de la familia muchas veces, y producto del pecado, también se vuelve en nuestra contra. Es decir, que la familia también puede volverse disfuncional, llena de conflictos, y un espacio donde fácilmente podemos ser lastimados.
En nuestra lectura de hoy podemos ver una situación similar, donde el pueblo de Israel, que estaba emparentado biológicamente con el pueblo de Edom entraron en un conflicto.